En 1987 se retiro prematuramente, decepcionado de los rallies. Los monstruosos Grupo B habían sido abandonos en provecho de los Grupo A, tras varios accidentes graves, y el Audi 200 Quattro era demasiado grande y pesado. A pesar de ello, su talento le permitió ser tercer en Montecarlo y segundo en el Safari.
Diferencias con la organización hicieron que ésta fuera la penúltima aparición en el Mundial, antes de pasarse a los circuitos, siempre con Audi. Röhrl gano la Serie IMSA estadounidense, y con uno de los viejos Quattro Sport S1 derroto al equipo Peugeot en pleno en la subida de Pikes Peak, en 1987.
Luego se retiro a su Baviera natal, donde ejerció de sacristán antes de ser enrolado como consultor por Porsche, marca de la que en a mediados del 2000 fue piloto de pruebas.
Walter Röhrl, no parecía destinado a ser piloto de rallies. Su futuro pasaba por el monitor de esquí o trabajar en una cantera como su padre. Fue un amigo suyo el que estaba convencido de que Walter tenía talento para el mundo de los rallies.
“Bastara verlo como subía a las estaciones en coche para comprender que había talento. Y esto se notaba también cuando descendía por las pistas, por su pasión por la velocidad y sus trayectorias”, explicaba Herber Marecec, quien le persuadió para disputar el Rallye de Baviera, en 1968, sobre un Fiat 850 Coupe.
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